jueves, 7 de octubre de 2010

Recordando Astano

SI LOS PATRIOTAS americanos gritaban ¡Remember the Alamo!, para recordar una lucha y una derrota heroicas, los de aquí debieran proclamar ¡Recordad Astano! Es lo que hizo días atrás uno de los alcaldes de la comarca ferrolana durante una marcha de transportistas afectados por el decreto del carbón. Dijo el regidor que esto no podía ser un nuevo Astano. Tiene toda la pinta.

Porque de nuevo esta parte de Galicia no es víctima de su retraso, de su ineficiencia o de su falta de laboriosidad, sino de todo lo contrario. Tanto la reconversión naval como ésta carbonífera, castigan a los que hacen bien las cosas, para beneficiar a territorios que pueden poner en el platillo de la balanza su mayor peso electoral o movilizador, como fue el caso de Cádiz, o es el de las cuencas mineras autóctonas que siguen trabajando el carbón de baja calidad.

Las centrales de As Pontes y Meirama están en el cadalso por haber hecho sus deberes. Creyeron en Kioto, se modernizaron, se reconvirtieron para adaptarse a una economía moderna que primaba la eficiencia y la ecología. Todo parecía indicar que un Gobierno que abrazaba lo verde no tendría dudas si las circunstancias lo ponían en la tesitura de tener que elegir entre un combustible caro y agresivo, y otro módico y saludable. Pero no fue así. Tras muchas otras rectificaciones, llegó la medioambiental, de forma que el mismo Ejecutivo que jubila cen- trales nucleares, obliga a quemar carbón contaminante. Entre el "Nucleares, no gracias", y el "Carbón, sí gracias", median unos meses y un cálculo político en el que Galicia vuelve a cotizar a la baja, tal vez porque los rectores del socialismo hispano llegaron a la conclusión de que los daños aquí siempre son limitados.


Razón no les falta, porque las consecuencias electorales de la reconversión naval fueron discretas. El peso del voto tradicional, o si quieren el instinto de clase, resultaron ser más fuertes que el sufragio ligado a decisiones concretas. La experiencia de Astano demuestra que tras una temporada de movilizaciones más o menos feroces, el prejubilado se resigna, los sindicatos se tranquilizan y el electorado se comporta como si nada hubiera pasado.

Es el mismo cálculo que se haría en los despachos ministeriales de Madrid, antes de darle a los complejos de Meirama y As Pontes la misma patada que propina Evo Morales en el fútbol. Por un lado tenemos a unos mineros aguerridos que pelean en la comunidad natal del presidente, y por otro, a unos afectados que acabarán conformándose con su destino. La elección no tiene duda. A esa consideración se unen además dos clamorosos silencios difíciles de explicar. Está el mutismo de los ecologistas, encantados tal vez por la desaparición de dos centrales que afean el paisaje. Y resulta chocante también la pasividad de las empresas, que no parecen sentir mayores angustias. ¡Recordad Astano!
ELCORREOGALLEGO.ES

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