EL CHAFLÁN
Ayer se cumplió un año desde que, con el
padrinazgo del presidente de la Xunta, Barreras y Navantia suscribieron
un compromiso con la mexicana Pemex para construir en Galicia dos
buques. Ayer, la casualidad, tal vez, quiso que se pospusiese de nuevo
la adjudicación del concurso para contratar los trabajos para los que,
pese a que desde hace un año se vienen dando por seguro que se harán
aquí, han concurrido una treintena de astilleros de todo el mundo.
Evitemos -de nuevo- caer en la tentación de
pensar que aquel compromiso, que también quizás por casualidad coincidió
con un proceso electoral, se va a esfumar. Pero reconozcámoslo: el paso
del tiempo no ayuda. Sobre todo, porque a medida que pasan los meses
acumulando dudas, los astilleros se vacían de personal, que se va al
paro o a la emigración. Alguno se reinventa, como el exdelineante de
Navantia que triunfa en Uruguay. Pero la mayoría se suman a la procesión
de la desesperanza que está matando a Ferrolterra, una comarca que
estaba llamada a formar parte del pujante eje que iba a colocar a
Galicia en la vanguardia de la recuperación.
Por desgracia, resulta imposible vender algo de
optimismo. No es por falta de ganas, pero las circunstancias no ayudan.
No ayuda que el presidente de la compañía con más de cincuenta misiones
comerciales abiertas por el mundo adelante diga que Navantia tiene
modelos y productos obsoletos. No ayuda que el presidente de la Xunta no
saque unos minutos para hablar con los representantes de los
trabajadores de un sector y una comarca moribundos. O que se congele el
proyecto del tren al puerto exterior, plataforma para la
diversificación. No ayuda.
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