martes, 7 de septiembre de 2010

Del tren laminado a las baterías

El Presidente del Gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, centró el último día de la agenda de su primera visita oficial a Japón en la búsqueda de nuevas inversiones en España, entre las que nos afecta una posible implantación de Mitsubishi en Vigo, donde se instalaría una fábrica de baterías de litio para su utilización en los vehículos eléctricos a fabricar por Citröen y otras empresas automovilísticas. Le deseamos el mayor de los éxitos en sus gestiones. A ver si así nos compensa por su ineficacia a la hora de levantar el veto a la construcción de buques en el astillero de Fene, la antigua ASTANO, lo que sería una excepcional noticia para la deprimida comarca donde se ubica y muy especialmente con la crisis que padecemos, la cual, como San Pedro, tanto se obstinó en negar el Presidente.

Pero no podemos olvidar algunas noticias de similar contenido que, en las últimas tres décadas, fueron motivo de sucesivas frustraciones para nosotros, los gallegos, las cuales finalmente o se quedaron en meros proyectos o se instalaron en otros lugares más reivindicativos o con mayor autogobierno. Repasemos alguna de las más significativas.
Cuando se inauguraba la fábrica de Alúmina-Aluminio en San Cibrao, Lugo, a inicios de los 80, se incluía un compromiso para, en el período de 1984-1985, desarrollar una nueva fábrica de laminación. Tras diversos avatares dicha instalación se derivó a Amorebieta, País Vasco, donde se emplearon a 531 trabajadores en detrimento de A Mariña. En resumen, Galicia se quedó con la industria de enclave, en plan colonia africana, y la actividad de mayor valor añadido se la llevaron a 500 kilómetros de su principal suministrador.
El 16 de abril de 1988 cerraba Sidegasa, el símbolo de la siderurgia gallega ubicada en una zona de interior carente de otras actividades industriales, que dejaba en la calle a más de quinientos trabajadores, tras un largo conflicto laboral donde cabe destacar la acción sobre Alfonso Guerra en el aeropuerto de Alvedro. El grupo Celsa, último propietario, fue el artífice del desaguisado, percibiendo más de 1.000 millones de pesetas en subvenciones frente a solo 100 millones invertidos. Su osadía fue tal que llegó a desmantelar la factoría para su venta y posterior traslado al Sureste Asiático, donde todavía está en marcha.
En 1989 el Ministerio de Industria vinculaba, entre otras variables, la venta de Enasa (fabricante de los camiones Pegaso) a la italiana Fiat, a la instalación de una fábrica de la Sociedad Italiana del Vidrio (SIV) en la deprimida área de Ferrolterra, después de la brutal reconversión naval padecida en tiempos del PSOE de Felipe González. Tras diversos avatares, donde se llegó a afirmar que la falta de conexión de Ferrol con la autopista del Atlántico había malogrado el proyecto, la implantación no cuajó. En realidad fueron la escasa seriedad mostrada por los italianos y el escaso compromiso gubernamental quiénes frustraron la fábrica de la SIV en Galicia
Ya en la década de los 90 y aún sin iniciarse la burbuja inmobiliaria recientemente eclosionada, no faltaron avispados observadores que se quedaran prendados de las posibilidades de desarrollo urbanístico de los terrenos donde se ubica la fábrica de armas de Santa Bárbara en A Coruña. Para vencer la resistencia sindical al cierre de la empresa, se diseñó un proyecto para la fabricación de discos duros de ordenador que requeriría unos 2.800 millones de pesetas de inversión, estando previsto que emplearía hasta 300 trabajadores a partir de 1997, de los cuales unos 200 provendrían de Santa Bárbara. Se llegó a constituir una sociedad denominada DDO que hasta levantó una nave en el Polígono de Bergondo. Finalmente el castillo de naipes se derrumbó y la fábrica de armas se mantiene en sus antiguas instalaciones.
Llegados a este milenio, la celulosa Ence proyectó cerrar el ciclo productivo de su pastera en Lourizán, con una fábrica de papel que iba a montar en colaboración con la multinacional Unión Pacific. Su por entonces Presidente, José Luis Méndez, informaba que el grupo invertiría 150 millones de euros en construirla. Pasado el tiempo, el proyectó se abandonó y nos queda el convencimiento que el verdadero objetivo era consolidar la indeseada presencia de la celulosa en la ría de Pontevedra.

No hemos sido exhaustivos. Podríamos añadir otras desafortunadas experiencias que nos obligan a ponernos en guardia ante promesas como la referida a esa fábrica de baterías. Confiemos que en este caso se logre, pues es una opinión unánime que el futuro de la automoción pasa por el desarrollo de los motores eléctricos y para la consolidación de las industrias del sector en el área de Vigo podría ser un factor decisivo contar con esa instalación. Si el tren de laminado no pudo ser, que lo sean las baterías de litio para coches.
xornal.com

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