viernes, 20 de marzo de 2009

Veto a Galicia (2007)



Al bipartito gallego le ha salido un nuevo cara de perro en el Gobierno amigo. Magdalena Álvarez ya no está sola en su travesía para poner la proa a Galicia, le acompaña al timón el presidente de la SEPI. Martínez Robles se ha encarnado en guardián de la doctrina de Bruselas para echar abajo las iniciativas cocinadas en Galicia para reactivar la antigua Astano. La Consellería de Innovación y Barreras se han dado cuenta de que la grúa del astillero fenés sirve para algo más que para dar color a la ría y pretende aprovechar las instalaciones “ociosas” de Navantia para la construcción de buques. Un proyecto que revitalizaría una comarca adormecida por lo público.

Pero la reanimación del pulmón de Ferrolterra no interesa en Madrid. Por lo menos es lo que se desprende del desprecio con el que el presidente de la SEPI ha recibido el proyecto. Ni siquiera ha esperado a conocer el plan de mano del conselleiro de Innovación para rechazarlo aludiendo a acuerdos secretos con Bruselas. Mala jugada, en Galicia no nos cuela eso de que sea “irrealizable” sin intentarlo al menos, sobre todo teniendo en cuenta que el Gobierno es especialista en lanzar envites a la Comisión Europea. Si existe ese veto a la construcción civil, que se ha convertido en dogma de fe, no sería difícil una negociación con Bruselas al tratarse de desagregar terrenos para una iniciativa privada.

El problema no parece el veto a la construcción civil, sino el veto a Galicia. A la economía gallega no le sirve la reconversión de los terrenos en suelo industrial para destinarlo a eólicas extranjeras, cuando las instalaciones de Fene pueden servir para impulsar uno de nuestros sectores estratégicos, el naval, y evitar la deslocalización de la producción de nuestras firmas. Sería como negarle terrenos a Inditex para que se instale una fábrica de complementos informáticos.

Lo que será difícil de explicar en Bruselas es que tanto los sindicatos como las administraciones le vendieron como un “favor” a los gallegos el mantenimiento en la empresa pública Navantia del astillero que ahora quieren privatizar. El plan Barreras hubiese sido viable al final de 2004, pero nadie abrió la boca cuando se garantizó que la antigua Astano seguiría bajo protección estatal.

Susana Evangelista

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