Redacción Ferrol |
                                Actualizado 24 Septiembre 2013  - 01:43 h.
                            
La
 situación de extrema gravedad en la que se encuentran los astilleros 
públicos ya era conocida. Los síntomas no han hecho otra cosa que 
sucederse a lo largo de los dos últimos años. Los despidos continuados 
en las compañías auxiliares, expedientes  de regulación, quiebra de 
algunas de ellas y un insondable éxodo de trabajadores hacia otros 
lugares constituyen todo un goteo de realidades que no podían apuntar a 
otra cosa. Si hace dos años, el argumento con el que el partido hoy en 
el Gobierno del país alimentaba el discurso político en la comarca de 
Ferrol era precisamente que el estado de máxima precariedad en la que se
 hallaba el sector se debía al anterior Ejecutivo, hoy, a punto de 
cumplirse el ecuador del nuevo mandato, la realidad sobrepasa cualquier 
previsión. La perspectiva es nula, tanto por la constatación de la falta
 de contratos como por la ineficaz labor de una gestión más proclive, 
por lo que se ve, a la búsqueda de una reestructuración de los 
astilleros que comprometida con dotar de ocupación real sus gradas. Los 
hechos no mienten y ni tan siquiera el compromiso del presidente de la 
Xunta en relación con Pemex tiene hoy mayor valor que el que se puede 
esperar de una simple promesa. La dirección de Navantia parece haberse 
pasado dos años al fresco teniendo en cuenta no ya su escasos logros 
sino la total inexistencia de resultados. El “outono quente” que avanzan
 los trabajadores es más que asumible ante tal inoperancia.
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