Prometió el presidente del Gobierno que los más
débiles quedarán al margen de los recortes. Es de justicia. Si el
razonamiento vale para equilibrar los daños de la crisis en los
ciudadanos también valdrá para compensar a los territorios más
desfavorecidos. Por eso no admitirá demoras ni pretextos el compromiso
que el PP dice tener con el sector naval gallego. De forma singular con
Ferrolterra.
No acertó ayer el presidente de la Xunta al decir
que las movilizaciones de Navantia han empezado tarde. Sabe de sobra
que las demandas de los trabajadores, de los empresarios de las
compañías auxiliares y de los ciudadanos de la comarca vienen de muy
atrás. Tanto, que el propio Feijoo se comprometió hace un año a
presentar en tres meses un plan especial que aún no se conoce. Es cierto
que el Gobierno del PSOE fue incapaz de conseguir contratos para
Navantia en los últimos seis años. Lo que ahora se está haciendo se
firmó en el 2007 y quizás se empezó a negociar antes del 2004. Tampoco
es mentira que el hachazo de la reconversión lo inició Felipe González
ni que Aznar accedió a prorrogar el veto impuesto por Europa. O sea,
culpas hay para todos.
Pero Ferrol ya no está para esas. Suma casi
veinte mil parados. Y su principal sector de actividad está al borde del
colapso. Rajoy y todo el PP tienen un compromiso que adquirieron de
forma voluntaria y que pasa, entre otras acciones, por autorizar la
construcción del dique flotante. Son 140 millones de euros que urgen.
Uno: para evitar cientos de despidos inminentes. Dos: para dotar a la
zona castigada como pocas de herramientas para generar su propio
sustento. Gobernar no es prometer.
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