domingo, 13 de marzo de 2011
La ciudad que encandiló al pirata Drake se resigna ante el futuro
XORNAL.COM
Cuentan que el pirata Francis Drake se quedó tan impresionado con la bahía de Ferrol que proclamó: “Habría que encerrarla en una muralla de plata”. La ensenada es de una belleza arrolladora, además de poseer un incuestionable valor defensivo, pero los ferrolanos no pueden verla porque la muralla que anilla las instalaciones militares se lo impide. Abrir Ferrol al mar es una prioridad para casi todas las fuerzas políticas que han pasado por un concello que acostumbra a cambiar de color político en cada mandato. De momento, la muralla sobrevive a pesar de las negociaciones con el Ministerio de Defensa y con el Ejército para desaherrojar una ciudad marítima que vive cara a la pared, como si estuviese castigada desde hace mucho tiempo. A la escasa vista que se puede contemplar por las contadas rendijas de la muralla se ha sumado desde hace unos años la regasificadora de Mugardos. Plantada en medio de la ría, parece una muela picada. Estropea una dentadura que podría ser perfecta.
En Ferrol, ligada desde sus orígenes modernos al sector industrial naval del Estado para construir la flota borbónica y, en la actualidad, a los buques de guerra de la Armada, todo está por hacer y lo que se ha intentado queda por acabar. El ejemplo es la Plaza de España. A pesar de ser la carta de presentación si se entra por el puente de As Pías, continúa sin rematar. La estatua de Franco ya no recibe al visitante. El sonrojo en estos momentos obedece a que después de ocho años no se ha sabido dar respuesta a un proyecto al que se le han dado demasiadas vueltas. Por la alcaldía han pasado PSOE, PP, BNG y otra vez PSOE. Puede pasar a la historia como otro símbolo del que no sentirse orgulloso.”Es el icono de la mala gestión municipal”, reconoce Vicente Irisarri, el actual alcalde socialista, preocupado porque muchos de sus amigos no conocen Ferrol al no considerarla una ciudad atractiva. La promoción turística, la consecución de que el barrio ilustrado de A Magdalena, el Arsenal, y los castillos defensivos de San Felipe y A Palma se conviertan en Patrimonio de la Humanidad es una de sus pretensiones, como también la del resto de fuerzas políticas que se presentan a las elecciones, para darle el impulso definitivo a una ciudad que vive con continuos picos de subida y bajada por fiar su suerte a la construcción naval militar. La situación de Ferrol Vello, el origen de la ciudad, con innumerables edificios desleídos resulta descorazonadora para el visitante que recorra las calles. Para Yolanda Díaz, concejala de EU-IU que rompió el pacto de Gobierno con el PSOE en mitad del mandato, su recuperación podría hacer que mucha gente de A Coruña durmiese en Ferrol. Que se convierta en ciudad dormitorio no gusta al BNG, que prefiere una apuesta decidida por la economía productiva.
El uso de los astilleros tampoco consigue poner de acuerdo a los candidatos. Para Xoán Xosé Pita, candidato del BNG, y para el incombustible Juan Fernández, exconselleiro de Industria con Fraga y líder de Independientes por Ferrol, hay que destinarlos a la construcción de buques civiles. También recuperar la actividad en la antigua Astano es uno de los objetivos “irrenunciables” para José Manuel Rey Varela, el bisoño candidato del PP, que pasó parte de la infancia en las manifestaciones en las que su familia protestaba por la reconversión naval. Cree que el futuro pasa por convertirse en un gran centro de reparaciones, aspecto en el que muchos candidatos coinciden. Irisarri, por el contrario, opina que la apuesta siguen siendo los buques militares, “ya que la gente debe saber que una fragata cuesta 700 millones de euros, más que una Cidade da Cultura o el puerto exterior. No podemos competir en las construcción naval civil. Olvídense. Debemos apostar por el renglón tecnológico superior”.
Y mientras se decide un rumbo invariable, como en el caso del histórico barrio de Recimil, que se debate entre la rehabilitación y la piqueta, Ferrol continúa desangrándose en población. De los 87.691 habitantes que tenía en 1981, se han pasado a los 73.638, según datos de 2010 del Instituto Galego de Estadística. De ellos, 39.053 son mujeres, 34.585 hombres. En los últimos seis años ha perdido más de 4.000 personas. “Y seguirá creciendo en favor de Narón”, afirma una comerciante de cuero en su local vacío. Por Ferrol pocos se deciden a apostar decididamente. Hasta el puerto exterior de Caneliñas, con 20 metros de calado, ve como año tras año se aplaza la llegada del tren. De los 23 millones que el Ministerio de Fomento destinará a la comarca este año, solo reserva 100.000 euros para la vía férrea, cantidad insuficiente para que principien de una vez las obras. El polígono industrial de Leixa también necesita un impulso definitivo. Las ayudas destinadas al Plan Ferrol se han reducido en diez millones de los 65 consignados el año pasado para créditos empresariales en toda la comarca. Por su parte, la Xunta también ha mermado la inversión para este año un 15,5%, siete menos de lo que había consignado para las comarcas de Ferrolterra, Eume y Ortegal.
A las 19.30 horas del pasado miércoles, las calles del centro de Ferrol no reflejaban la imagen de una ciudad viva y despierta, sino la de la resignación ante un futuro incierto.
El Concello de Ferrol cuenta con 13 parroquias y una densidad de población de 904 habitantes por kilómetro cuadrado. La edad media de sus habitantes es de unos 45 años y la renta familiar disponible por persona y año de 13.803 euros. El número de parados, el gran castigo actual, asciende a 7.459.
En los sectores económicos del concello, el de servicios representa el 69,9%. Tiene 60 restaurantes y 651 bares, muchos de ellos parece que son de subsistencia familiar por la poca clientela que se ve en los establecimientos. Las plazas de alojamiento de una ciudad que aspira a ser un referente turístico si llega a ser declarada Patrimonio de la Humanidad, son 1.019 en hotel y 215 en camping. La actividad industrial supone el 20% de los sectores económicos del concello; la construcción, el 7,5%; la pesca, el 1,4%, y la agricultura, el 1,2% a pesar de que hay muchas posibilidades para crecer en el sector primario si se consigue sanear la ría y se decide a volver a la tierra en un municipio con muchas posibilidades para crecer en el campo.
El sector servicios, a pesar de las acusaciones que recibió el alcalde por defender su crecimiento –“nos han acusado de todo, menos de vagos”, dijo en el Café de Redacción de Xornal de Galicia–, es la principal base de una economía trastabillada.
Ahora, con la autopista, llegar a Ferrol es muy cómodo. Aparcar en el centro resulta una tarea complicada. En el 2008 su parque de vehículos era de 46.694 unidades para las poco más de 70.000 personas. Unos dos coches por familia tienen que manejarse en un trazado diseñado con direcciones únicas.
Una vez aparcado el coche a orillas de la céntrica calle Real, en una tienda que se dedica a trabajar el cuero, la dueña espera a que transcurra el tiempo para candar el negocio otro día más sin demasiadas fatigas por la contada clientela que ha pasado por su establecimiento. Tiene que buscarse las habichuelas en las ferias de artesanía por todo el país. “Dicen que en Madrid y en Barcelona pasa lo mismo y el comercio está igual, pero lo cierto es que no pasa un día que no vea una nueva tienda cerrada”, lamenta.
“El problema es que aquí tenemos una ciudad muy vieja. Los jóvenes se han marchado a Narón”, municipio vecino que ha cambiado las costumbres con el centro comercial Odeón. “Sales a dar un paseo el sábado por la tarde y te encuentras todas las tiendas cerradas y a nadie por la calle porque todo el mundo está en el Odeón”, afirma una enfermera asturiana a la que el trabajo ha llevado a Ferrol. La línea de autobuses directa a este centro comercial también hace que los jóvenes decidan ir allí al cine.
Hoy es miércoles y por la calle no hay demasiada gente. A las puertas del Concello, en la Plaza de Armas, unos cuantos indigentes apuran unas cervezas mientras no llega la hora de cerrar la persiana con la caída de la noche. Esta imagen se repite a lo largo del día como si se quisiese convertir en una metáfora de lo que sucede en Ferrol.
Las tiendas sí están abiertas. En la calle Real se ofrecen las marcas más prestigiosas y en los escaparates se aprecia un gusto refinado para la vestimenta, pero las dependientas no tienen a quien atender. “Al acabar las rebajas hay menos gente. El mes de marzo siempre suele ser así”, se anima una trabajadora. Su compañera desmonta el optimismo con un gesto escéptico. En casi todas las tiendas se ven rótulos anunciando descuentos de hasta el 70%.
En la cafetería Amboage, con el mismo nombre de la hermosa plaza que tiene delante, solo se ven a cuatro personas y a un subsahariano vendiendo pulseras y otros cachivaches. Un poco más adelante, el camarero de una marisquería espera a los comensales con los brazos cruzados, aunque también se podría decir caídos. Una mujer contempla la escena sentada en una mesa. De vez en cuando espanta la modorra abandonando la mirada en el partido de Liga de Campeones que dan por televisión.
En el Bla Bla Café, situado en un imponente edificio, solo están ocupadas cinco de las veinte mesas de un establecimiento de postín. “Unos le echan la culpa a la crisis, ahora otros a la ley antitabaco, pero lo cierto es que es siempre así”, afirma un camarero mientras trae una tapita de empanada para bajar la caña. El precio de la cerveza es de 1,60 euros, como en la mayoría de bares de la zona. “Cada día hay más comercios cerrado y vamos a peor”, percute el camarero en el pesimismo. “A partir de esta hora bares abiertos, ni lo sueñes, a no ser para tomar un par de vinos rápidos”, aconseja el camarero. Y eso que solo pasan cinco minutos de las nueve de la noche. En la calle Real solo se ve a una pareja de ancianos caminando de ganchete.
Dos calles más arriba, en la rúa María, se encuentra la zona de vinos, que acostumbra a ser de las más bullangueras de una ciudad somnolienta. Curiosamente, Ferrol tiene fama de servir los mejores caldos de toda Galicia. “Es cierto porque aquí es donde más se chatea de Galicia”, explica el propietario de O’Tanagra. “Ahora tengo 100 referencias, pero llegué a despachar 200. Ni en Logroño sirven tantos tipos de Rioja como aquí y te puedo asegurar que descorcho bastantes botellas de marcas distintas”.
El Entroido ha dejado los bolsillos a dieta y hoy, día de Miércoles de Ceniza, parece ser momento de recogimiento. “No solo hoy, aunque es cierto que puede haber un poco menos de clientela. Durante la semana cierro tempranísimo. Al menos aprovecho para descansar”. Esta noche cumplirá con sus planes porque solo hay tres personas viendo como el Valencia se desnuca en Alemania contra el Shalke 04 en el que juega el exmadridista Raúl y Jurado, centrocampista que llegó del Atlético de Madrid tras formarse en la casa blanca.
Ni el analista Político Antón Losada es capaz de descifrar qué va a suceder en las próximas elecciones municipales debido a la inusitada dispersión del voto, con cinco fuerzas políticas en el concello. Vicente Irisarri, el actual alcalde, confía en volver a ser la lista más votada porque cree que la ciudadanía respaldará la gestión de su equipo a pesar de gobernar en solitario con acuerdos puntuales. José Manuel Rey Varela, el candidato del PP, también se cree ganador y pide que dejen gobernar al partido que apañe más votos en las elecciones. El pillín Juan Fernández no rechaza incluso ser alcalde porque los cinco concejales que le dan sus encuestas lo convierten en una fuerza clave. Yolanda Díaz confía en que EU-IU siga siendo necesaria a pesar de haber roto el pacto con los socialistas en mitad del actual mandato. Y Xoán Xosé Díaz, candidato del BNG, cree que no bajará de los dos concejales que defiende en la actualidad, aunque también salta al campo para ganar y poder así contrarrestar las crisis con otras políticas económicas.
Los cinco principales aspirantes apuran su bazas, perfilan sus proyectos y defienden su ideario, pero la ciudadanía parece resignada ante un futuro incierto. En ninguna de las conversaciones mantenidas a lo largo de la tarde se ha hecho valoración alguna de la clase política de la ciudad. Ni del actual equipo de Gobierno ni de la oposición, a pesar de ser una tierra de gran fortaleza sindical. La decepción es grande por el errático rumbo de un sitio que encandiló hasta al pirata Francis Drake.
Acaba el partido y todo el mundo se marcha a su casa. En la calle Real, una de las principales arterias de un Ferrol ilustrado, vuelve una imagen que puede resumir lo que ocurre. El subsahariano de antes comenta que ha perdido el Valencia mientras saluda con la mano. Otra pareja de ancianos se marcha camino de su casa. Y un hombre en bicicleta va de contenedor en contenedor rastrillando la basura.
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