sábado, 26 de marzo de 2011

El astillero milagroso

 

Una muestra rescata la época dorada de Astano, cuando empleaba a 7.000 operarios

Aunque a simple vista no lo parece, la grúa pórtico de la antigua Astano le saca cuatro metros y medio a las torres de la fachada de la Catedral de Santiago. La gigantesca grúa azul en forma de letra u invertida es el emblema más evidente de la estrecha vinculación de la ría de Ferrol con la construcción naval desde hace décadas. La grúa, que originariamente era de color verde, mide 74,5 metros, mientras que las dos torres de la catedral se plantan en 70 metros.

Una réplica a pequeña escala de la grúa de Astano es uno de los atractivos de la exposición Un milagro en la ría que anteayer abrió sus puertas en Herrerías, un edificio militar del siglo XVIII reconvertido en contenedor cultural naval dentro de los muros del arsenal militar ferrolano. La muestra, que inauguró el presidente de la Xunta, Alberto Nuñez Feijóo, ocupa una sala diáfana de un millar de metros cuadrados en la primera planta de Exponav, que alberga la primera exposición permanente de España dedicada por entero a la construcción naval.

La historia del astillero de Fene arrancó en 1941, en plena depresión de la posguerra civil, de la mano del militar e ingeniero ferrolano José María González-Llanos. Con poco más de un millón y medio de las antiguas pesetas (10.000 euros) fundó una pequeña compañía en Perlío (Fene), en la orilla sur de la ría de Ferrol para reparar pesqueros de madera. "Los astilleros se llaman así porque sus gradas estaban repletas de astillas de madera", explica Isabel Díaz, la guía turística que recuerda a los sorprendidos visitantes el origen etimológico de unas factorías que hace décadas que sustituyeron la madera por los cascos de acero para construir barcos.
En tres décadas, el astillero de Fene pasó de ser una pequeña carpintería de ribera que empleaba a 30 trabajadores concentrados en 3.000 metros cuadrados, a convertirse en un gigante industrial puntero en tecnología naval, que empleó a 6.750 obreros a mediados de los años setenta, sobre unos extensos terrenos que ocupan 755.000 metros cuadrados a pie de ría.
En los talleres de Astano se construyeron 280 buques en 62 años. El primero fue el Comandante Lobo, un pequeño pesquero de madera que estrenó las gradas de Fene en 1941, y el último, el Hammerfest, una barcaza de acero botada en 2003.

En pleno apogeo, Astano construyó superpetroleros que asombraron al mundo como el Arteaga, contratado por Petronor en 1969. A la botadura de este gigante de acero con 330 metros de eslora, acudieron en 1972 una decena de ingenieros japoneses convencidos de que el barco se tronzaría por la presión al contacto con la marea. No fue así, y pocos años después, botaron el Santa María, todavía más grande (346 metros), que durante mucho tiempo presumió de ser el mayor barco construido en una grada inclinada.

En los talleres de Astano también se construyó la plataforma Discoverer Entreprise, que una noche de tormenta soltó amarras y se estrelló contra el puente de As Pías en la madrugada del 13 de enero del 1998. El incidente se rememora con una impresionante maqueta del malogrado buque de prospección petrolífera en el centro de la sala.
El libro fundacional de Astano (Astilleros y Talleres del Noroeste) que se registró como marca en 1945, también se exhibe en Herrerías con el escudo preconstitucional estampado en la parte superior de sus hojas. "A algunos les molesta", reconoce el gerente de Exponav, José Castro Luaces, "pero es un documento de la dictadura con su sello". Profesor e ingeniero, Castro explica que el "verdadero milagro" de Astano fue evolucionar desde una carpintería de pesqueros hasta un astillero de referencia mundial y motor económico de toda una ría. El veto europeo a la construcción naval civil impuesto a Astano en 1984 terminó por asfixiar a la factoría, que se diluyó en sucesivas reconversiones. Se fusionó con Bazán para formar primero Izar y después Navantia. Los talleres de Fene, integrados en la compañía naval pública, se ocupan de construir bloques para buques militares con una plantilla que ronda los 250 operarios.
Fotos y maquetas de los años de gloria del astillero no son las únicas curiosidades que atesora la muestra. A lo largo de varias vitrinas exhibe copias de bolsillo de los convenios colectivos o viejas guías de prevención laboral de apenas cuatro hojas. La historia de Astano comparte superficie con una muestra paralela y didáctica que la Marina dedica a sus buques bautizada como La Armada, sus barcos, su ciclo de vida, la ingeniería naval y sus escuelas. Docenas de maquetas de buques, fragatas y acorazados que copian hasta el mínimo detalle del barco original dan forma a esta muestra, que incluso ofrece a los visitantes la posibilidad de acomodarse en media docena de los viejos asientos del buque escuela Juan Sebastián Elcano.

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