Viernes, 08 de Octubre de 2010 00:00 Jesús Varela Rivas
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Cuando todavía a los trabajadores que participaron en la construcción del megabuque Juan Carlos I se les puede apreciar en sus rostros satisfacción y orgullo por el trabajo bien hecho, estos, todos ellos, vuelven a sentir de nuevo planear sobre sus cabezas la incertidumbre y la inseguridad.
Una situación que, aunque no es nada novedosa, ya que de lo que se trata es de revivir viejas experiencias, no deja de ser una circunstancia que lo que provoca es inestabilidad –más de la que ya tenemos, que no es poca– y, por lo tanto, lo que suscita es inquietud y más desconfianza en el futuro. ¿De qué vale ser un número uno mundial construyendo barcos y tener unas empresas auxiliares de reconocidísima calidad a nivel internacional, si no tenemos buques que construir? Antes, veíamos, no sin amargura, cómo nuestros profesionales tenían que emigrar en busca de una oportunidad para asegurarse un medio de vida, y ahora, parece que a lo que, lamentablemente, nos tendremos que acostumbrar también será, además de a nuestros especialistas, a ver emigrar a nuestras empresas.
Porque la tan aplaudida misión comercial a Australia, en la que participaron veinticuatro auxiliares del sector naval de Ferrolterra, en mi humilde opinión, y ojalá estuviese equivocado, más que un motivo para la alegría es una razón para la preocupación. Y digo esto porque entiendo que, si en estos precisos momentos estas empresas sienten la necesidad de salir al exterior, no es por la expansión y el crecimiento que la propia dinámica de su actividad le pueda demandar actualmente, y sí por la necesidad de aguantar en pie lo que tanto esfuerzo costó levantar y que, debido a la situación que se vive en la ría de Ferrol, temen no poder conseguir. Es decir, nuestras empresas comienzan, como nuestros hombres, a emigrar para poder asegurarse la supervivencia.
Tanto a nivel personal que como miembro integrante de la plataforma Rumbo 21, desde esta misma tribuna y desde hace tiempo ya, se viene alertando de la preocupante situación que podría llegar a vivir –yo creo que ya vive– nuestra empresa principal, una situación, a la que, y como ya se dijo repetidamente, si no se le pone remedio de forma inmediata, volverá a hacer que en estas comarcas se vivan, una vez más, momentos y situaciones difíciles, muy difíciles.
Durante el último año, fueron mil los trabajadores de las auxiliares que tuvieron que abandonar su puesto de trabajo; sin embargo y aún siendo muy importante esa reducción de personal, esa circunstancia a buen seguro que quedará minimizada con lo que ocurrirá en el plazo de entre seis y doce meses, y créanme, queridos lectores, que no hago más que ceñirme estrictamente a lo que estoy seguro será la triste realidad, insisto, si no se le pone remedio de forma inmediata. Una realidad que fue lo que hizo que los trabajadores de las subcontratas se tuviesen que movilizar hace escasamente dos semanas por ver ya con claridad cuál va a ser su futuro inmediato.
Sin embargo y a pesar de todo esto, viendo ya del lobo no solo sus orejas si no desde el hocico hasta el rabo, aquí en Ferrol sigue reinando la pasividad. Unos, mareando como siempre la perdiz y engañando al pueblo, diciendo en Ferrol una cosa y luego votando otra bien diferente en el Parlamento de Madrid; otros, ciñéndose a reclamar mayor esfuerzo en la gestión comercial y la construcción de la prometida sexta fragata, aún sabiendo, como todos los españoles sabemos, de las dificultades que en estos momentos están atravesado las arcas del Estado, y los de más allá, los empresarios, tan preocupados ellos con sus cursos de formación, aunque luego no haya, como así es, en donde demostrar los conocimientos adquiridos.
La situación de esta comarca es realmente muy jodida, una situación que ahora y con el decreto del carbón todavía empeorará más, y por eso es necesario dejar de utilizar viejos discursos y dar pasos al frente. La solución a nuestros problemas –aunque no en su totalidad sí en gran parte– sabemos cuál es y la tenemos enfrente, y lo único que necesita es que se haga, por parte de todos, un ejercicio de rigurosa reflexión que nos lleve a crear un frente común que aglutine al conjunto de todas las fuerzas sociales de estas tres comarcas y reclamar, como una sola voz, soluciones a nuestra permanente incertidumbre.
La sociedad de Ferrolterra tiene que entender que, si existe alguna posibilidad de salir del pozo, ésta es solo por medio de la unidad de acción, y en ese contexto tiene que exigirle a todos sus líderes políticos, de igual forma que al resto de sus agentes, que hagan un ejercicio de responsabilidad y trabajen todos juntos por los intereses generales.
Mientras así no se haga y cada uno vaya a su bola mirando exclusivamente para los intereses partidistas, continuaremos lamentándonos viendo apáticamente cómo nuestro declive se convierte en algo imparable.
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