jueves, 19 de agosto de 2010

¿El peor? Probablemente

Luis Ventoso

Un anuncio que hizo fortuna decía: «Carlsberg, probablemente la mejor cerveza del mundo». Hoy, en las charlas de café, se repite una fórmula sintáctica similar: «Zapatero, probablemente el peor presidente de la democracia». Como es predecible, el aserto se escucha en labios conservadores, pero también en boca de simpatizantes socialistas, desolados con la ramplonería y las incongruencias del zapaterismo.

Adolfo Suárez lidió con éxito con el embolado de la transición. Felipe González, aunque acabó chapoteando en la corrupción, sentó las bases de muchos servicios básicos y firmó la entrada en la UE. Aznar, pese a que al final lo cegó la soberbia, rubricó buenos ejercicios económicos y metió a ETA en vereda. ¿Cuál es el legado de Zapatero? Solo Leire Pajín parece tener la capacidad de despejar tal enigma.
Zapatero es un ejemplo de los políticos de nuevo cuño: carece de un currículo profesional relevante y ha medrado como apparatchik del partido desde su juventud. Tras su fachada amable, es frío y ejerce la cirugía sin titubeos, habilidades que le permitieron aprovechar el desconcierto del posfelipismo para llegar arriba.

En el 2004, la lamentable gestión de Aznar y Acebes de la información sobre el atentado de Atocha le permitió arañar unos votos extra, que le dieron la presidencia de manera inesperada. Su primera legislatura estuvo marcada por la cosmética. Convencido de que la economía avanzaba con piloto automático, intentó marcar diferencias con el PP mediante gestos rompedores (la brusca salida de Irak, la inoportuna revisión de la Guerra Civil, las fricciones con los clérigos...).

En su primera legislatura mintió al país sobre las negociaciones con ETA, algo que en cualquier democracia avanzada le habría costado el puesto (o dices la verdad o te callas); se alió con Esquerra, un partido que aboga por el fin de España; dio alas a las ansias soberanistas del catalanismo radical; y su política exterior fue paupérrima. Pero la economía iba bien. Así que sus ocurrencias daban igual.

La segunda legislatura arrancó con más falacias. Hoy se sabe que durante la campaña electoral del 2008 tenía datos de que el PIB se paraba, pero engañó al país por los votos y negó la crisis con ridículas fanfarronadas. Luego, ya con el agua al cuello, se erigió en paladín de los desfavorecidos. Era ya su única baza: yo jamás traicionaré a los trabajadores. Tampoco. Alemania y Obama apretaron y pasó la podadora. Eso sí, tres días antes del recorte le había asegurado a Rajoy en la Moncloa que él no veía urgente reducir el déficit.

La economía española no se arreglará solo con relevar a Zapatero, pero necesita otro piloto. Por eso resulta casi inmoral el sonoro silencio de muchos pesos pesados del Partido Socialista, incapaces de decir en alto lo que susurran en los corrillos: «Tenemos el peor presidente de la historia de nuestra democracia».
luis ventoso
la voz de galicia.

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