sábado, 12 de septiembre de 2009

Toda la comarca ferrolana está volcada en la lucha para salvar al astillero de ASTANO



5-2-1985
El Comité de empresa realiza a diario actos de difusión contra el cierre de la factoría
El Ayuntamiento de Fene, donde está la factoría, está siempre repleto de trabajadores

A las once de la mañana llego al pueblo de Fene, al que pertenece el astillero ASTANO. En la plaza del Ayuntamiento cientos de hombres escuchan a un trabajador que habla por los micrófonos desde el balcón central de la Casa Consistorial. Su voz es lenta, grave. No hay mitin. Sus palabras son informativas. Explica minuciosamente todos los actos de movilizaciones aprobados por el Comité de empresa, que engloba a representantes de las centrales sindicales USO, INTG y CC OO. En el transcurso de estos días los trabajadores de ASTANO visitarán los pueblos, y a las tardes se encerrarán como protesta en los Ayuntamientos

La gente escucha silenciosa, inmóvil, y hay una atmósfera extraña en los asistentes, algo así como una quietud falsa y expectante. Uno de los obreros reparte octavillas. Yo le pido una, me la da y leo (traduzco al castellano):
«A los ciudadanos. Los trabajadores de ASTANO, pese a todo tipo de presiones y falsos
ofrecimientos, estamos resistiendo frente a la intención del Gobierno PSOE de hacer desaparecer COMPLETAMENTE nuestra fábrica. Defender ASTANO es defender esta comarca; la desaparición del Astillero es la reducción de más de 40.000 vecinos de la población a medio plazo. Inmediatamente, el incremento de 5.000 parados (más los de sectores que dependen de la Construcción Naval) en una comarca que ya tiene más de 20.000 parados, o el 28 por 100 de la población activa. Todo eso implica que todos (comerciantes, constructores, hosteleros, asalariados, parados, etcétera) estamos en el mismo interés.»
Entro en el Ayuntamiento. Las escaleras están llenas de trabajadores. Por ninguna
parte, ni siquiera en la plaza, se ve a una mujer. En el primer piso pregunto por el señor alcalde, que viene de inmediato, y entramos en su despacho, por el que cruzan, como si fuera su propia casa, los obreros que se turnan en el micrófono para hablar a los manifestantes.
El alcalde de Fene, don José María Rivera, del Bloque Nacionalista Gallego, es un hombre joven, muy correcto y vital. Me dice que el municipio de Fene, antes de la construcción del astillero ASTANO en 1941, era zona rural y pesquera. Muy pobre, vivía del campo, del marisqueo y de la pesca. De pronto, con la industria naval, todo cambió. Llegaron familias de muchas partes de Galicia, se establecieron en Fene, y aquello era una bendición y la gente entró en una especie de paraíso donde se había erradicado el miedo a no comer mañana. Los chavales de la comarca
estudiaban y se preparaban para trabajar en ASTANO. Entraban de aprendices, con la sombra protectora del padre en otro lugar del astillero.
-Han pasado por ASTANO cuatro generaciones de Fene. Es mucha historia. Fene y ASTANO son un poco la misma cosa. Porque un 60 por 100 de la población vive directa o indirectamente de ASTANO.
-Si el astillero falla, ASTANO se muere. Y también se muere la comarca. ¿De qué van a vivir? Hay muy poca pesca por la contaminación de la ría. Los Ayuntamientos no tienen sistemas de depuración. Todos los detritus de 200.000 personas van directamente a las aguas. Fene sí tiene dos depuradoras, pero sólo funciona una. La situación actual es muy grave. Los bares, los comercios, las tiendas venden muy poco. En Fene hay 1.500 parados, por ahora, pero ¿cuántos va a haber cuando ASTANO acuse la reconversión? El panorama es desolador.
Aquí llegaron de Galicia hombres dispuestos a trabajar en ASTANO. Antes de llegar vendieron sus pequeñas tierras, sus casas, susvacas, todo.
- ¿A dónde van a ir ahora? No pueden volver a sus pueblos. Allí ya no tienen nada.
Los hombres del astillero piensan que el Gobierno se apoyó en ellos para ganar las elecciones y ahora les cierra la factoría

¿Van a vivir del campo? El campo está muy mal. Las condiciones de vida en el campo son pésimas. Los impuestos queman a los labradores.
El Gobierno ha hecho demagogia
- El Gobierno impone cada vez más cargas, y no remedia nada. De todo lo que ha prometido no cumple nada. Se apoyó en la masa trabajadora para ganar las elecciones y ahora abandona a los obreros a su suerte. Los castiga con claras agresiones, como ésta de ASTANO. Sólo ha hecho demagogia.
Total, que el futuro se presenta cada vez más incierto. Aquí no hay industria diversificada.
El eje es ASTANO. La situación de las pequeñas industrias es dramática. Y eso obliga a la gente a radicalizarse y a luchar contra el Gobierno.
-Quien no cumple lo que promete no tiene derecho a nada. Y nosotros vamos a luchar.
Créame usted, lucharemos hasta el fin.
¿De qué van a vivir? ¿Del mar? El mar está esquilmado. Queda tan sólo algún tipo de marisco. La cantidad de vertidos que caen a la ría lo estropea y lo ahuyenta todo. Por eso, porque no hay ninguna otra salida para vivir más que el astillero, el pueblo de Fene, y los pueblos de la comarca, están totalmente volcados en la lucha por salvar ASTANO y por conseguir el permiso para construir de nuevo buques. No pueden ceder ante el Gobierno perqué les va en ello la supervivencia.
El grueso de los trabajadores actuales de ASTANO se encuentra entre los treinta y cinco y
los cuarenta y cinco años. Toda esta población tiene hijos próximos a la demanda de empleo.
-Es una situación como la del 34. No hay alternativa. No permitiremos que el Gobierno nos expolie. Vamos a aguantar y tendrán que sacarnos del astillero con los pies por delante y a tiros.
-¿Cree usted que el Gobierno quiere cerrar ASTANO?
-¿Qué dice usted? ¡Claro que lo cierra! ¡Lo cierra, lo cierra!
En la plaza los trabajadores siguen escuchando silenciosos, reconcentrados. Conozco bien estos rostros. Los he visto en muchos países, en momentos de gran agitación. Las personas, ante situaciones extremas, ahorran movimientos corporales, se meten dentro de sí, cada vez que les hablas parece que les sacas de un lejano lugar, tienen la mirada ausente.
El ser humano se paraliza con el azote de la adversidad.
Las mujeres, en lucha

Charlo con un grupo de trabajadores de mi extrañeza por no ver a ninguna mujer, y me
dicen que las mujeres están en Pontedeume, que han ido a encerrarse en el Ayuntamiento.
Llego a Pontedeume, a diez kilómetros de Fene. En la fachada del Ayuntamiento una
pancarta que dice: «Mujeres de los trabajadores
de ASTANO encerradas por los puestos de trabajo.»
En la sala de actos, unas cincuenta mujeres están hablando con el señor alcalde, que llegó al Ayuntamiento, se enteró de la invasión y se sentó a escucharlas. El ambiente es algo especial, nunca vivido por mí. Allí están ellas, bien vestidas, de edades entre veinticinco y treinta y cinco años, algunas sentadas, las más de pie, encañonando con sus preguntas al señor alcalde, que, al primer ojeo, me da la impresión de hombre en apuros. Pertenece a Alianza Popular, que ya se sabe que en Galicia tiene la sartén por el mango. Lo primero que escucho es la voz de una mujer treintañera que deja caer una frase:
-¿Por qué no organiza Alianza una mani-testación como cuando ta LODE para defendernos?
El señor alcalde aclara que LODE no la organizó Alianza Popular. Y otra señora, con
traje vistoso, busca otro camino:
-¿Por qué no ayudan ustedes a esa locutora que ha sido castigada por la televisión de Galicia?
La locutora que leyó el comunicado unitario de las fuerzas políticas y sindicales, María teresa Navaza, es la auténtica heroína de toda Galicia, de los hombres y de las mujeres.
Al prohibirla salir en imagen la televisión gallega, su nombre recorre los bares, los hoteles, los astilleros. Es como si llevaran grabado en el corazón ansioso de libertad el símbolo de la opresión. Ya me dijo un trabajador
de ASTANO: «Dentro de poco iremos en manifestación a la TVG. Hay que ir, ¿comprende?
Ella se jugó el tipo por nosotros y no podemos abandonarla.»
De repente, otra mujer se levanta y le dice al señor alcalde:
-¿Por qué no nos lleva a Santiago para que nos reciba Albor? El alcalde traga saliva. Inmediatamente otras tres «vikingas» se levantan y apoyan la ¡dea. Todas hablan a la vez.
- ¡Pídale una entrevista a Albor!
• Alcalde de Fene:
«No podemos permitir que el Gobierno nos expolie; nos sacarán del astillero con los
pies por delante»
El señor alcaide las mira medio asombrado.
Ellas ven la vacilación y lo acorralan.
—¿Por qué no quiere ayudar usted a los trabajadores? Usted tiene nuestros votos.
¿Por qué se niega a hacernos caso? El señor alcalde, lentamente, para ganar tiempo, habla de vaguedades y luego puntualiza que Alianza Popular no tiene ninguna culpa de io que pasa en Astano, que es cosa
xclusiva de los socialistas. Y otra «vtkinga», allá en el fondo del salón, da dos pasos y levanta
la voz:
-Si tuviera aquí al presidente del Gobierno, lo que le diría, madre mía.:. Lo que
roe tendría que oír...
-Pero no está aquí -dice otra no menos bravia-. Así que aquí tenemos lo que tenemos y tiene que ayudarnos.
El señor alcalde pone una cara rara y dice que están perdiendo el tiempo con cosas que
no van a ninguna parte. Y entonces se arma un alboroto descomunal. Vuelven á hablar todas a la vez, pero se escucha una frase claramente:
-¡Dice que estamos perdiendo el tiempo!...
¡Dice que estamos perdiendo el tiempo!
Estoy dispuesto a jurar ante quien sea, con todos tos pronunciamientos solemnes, que no
me gustaría ni un pelo estar en el pellejo del señor alcalde de Pontedeume, que mira a
una y otra mujer, a uno y otro lado, y termina por dejar sus ojos fijos en la puerta de la sala de actos. Pero no, no hay escapatoria, que para huir ha de cruzar el cerco de cincuenta mujeres. Y hay muchas más, que es la hora de la salida del colegio y muchas han ido a buscar a sus hijos, pero volverán, que quede muy claro, porque el ejército manifestante no
piensa abandonar el Ayuntamiento hasta la noche, o hasta el día siguiente, que así se lo
dicen muy claro. Como se va de sobresalto en sobresalto, otra señora gime:
-Usted dijo que apoyaría a ASTANO incondicionalmente,
Y ahora no hace nada por nuestros maridos. ¿Le parece bien? ¿Le parece
bien? El señor alcalde la mira así como al través. Está completamente acorralado.
—A mí no me parece bien que mis hijos se
queden sin comer -dice otra-. Y como usted no hace nada, yo voy a traer a mis hijos
aquí, al Ayuntamiento, para que usted los mantenga. ¿Está de acuerdo?
El señor alcalde murmura, ahogado, que él también tiene hijos, pero que... Otra increpa:
—Si echan a los trabajadores y cierran ASTANO, no podremos pagar los impuestos. Así que yo no pienso pagar ni un duro al Ayuntamiento. Esta nueva proposición tiene un éxito inenarrable
en el medio centenar de «guerrilleras
».
Todas gritan, todas están de acuerdo.
El salón de actos es un puro estruendo. El señor alcalde está escorado, y yo comienzo a
tenerle la visceral simpatía que producen los hombres atenazados por el destino. Y otra
señora ruge, moviendo tos brazos en el aire:
- Usted no está en la calle en nuestras manifestaciones
porque no tiene carta de despido.
Si la tuviera, como nuestros maridos, ¡estaría gritando contra la injusticia!
El señor alcalde, inesperadamente, habla de pacifismo. Y surge otro brote de caos.
Pero en este momento una de ellas se fija en mí y me pregunta a cara de perro quién soy.
Digo que me ha enviado el ABC, de Madrid, y ella saca de la entretela una sorna que espanta:
—Conque ¿periodista, eh? Ustedes: los periodistas, están todos vendidos al Gobierno y sólo dicen mentiras.
Yo levanto la voz, con el derecho que meda no pertenecer a ningún partido político, y afirmo con mucho énfasis que si me llama mentiroso abandono de inmediato el salón.
Me dejan en paz y vuelven por la carnaza de la autoridad.
-Queremos que nos reciba Albor, el presidente de la Junta.
El señor alcalde cede. Dice que no tiene inconveniente en escribir una carta al señor Albor.
Pero no encuentra papel a mano para escribir la. carta. Una de tas señoras llega hasta mí, me agarra et bloc y arranca dos cuartillas que pone delante de los ojos del señor
alcalde, que pregunta:
- ¿Cuántas de ustedes van a ir a ver al presidente?
-Doscientas o trescientas -contesta una.
Al señor alcalde se te eaen los pómulos, las cejas y tos labios hacia abajo. Hay una niebla en sus ojos. Está claro que no sabe sísueña invadido por una pesadilla
-¿Cómo va a recibir el presidente a trescientas mujeres? Por favor, seriedad.
-¿No tiene obligación el presidente de recibir a todo et mundo? Pues que nos reciba.
El señor alcalde se niega. Hay un conciliábulo, y una señora, que está cerca de mí, cuchichea
al oído de otra:
-Bueno. Que nos reciba a diez. Pero luego iremos todas. Ya verás la cara que van a poner en Santiago.
Entra en el salón un trabajador de ASTANOcon bolsas de comida. El señor alcalde
aprovecha el momento para huir. Yonpongo también pies en polvorosa. Que no me creo un cobarde, pero eso de enfrentarme a cincuenta hermosas mujeres, eso no, por favor.
Pedro Mario HERRERO

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