En los países desarrollados en los que aún existe
construcción naval han conseguido mantenerse en un mercado global muy
competitivo en base a buques muy sofisticados y un tejido de empresas
diseñadoras y fabricantes de elementos estructurales, bienes de equipo a
incorporar. Es decir, una actividad productiva de importante valor
añadido para la zona o país.
Lo que se hace desde hace bastantes años hasta la
actualidad en la mayor parte de los pequeños y medianos astilleros de
Galicia y en la empresa pública existente continúa limitándose
fundamentalmente al proceso de construcción en grada, el proceso de
completar el armamento a flote y las pruebas de mar. El avance más
significativo de los últimos años ha sido, por un lado, la penetración
en mercados de buques de carga más complejos, buques-factoría, buques
pesqueros avanzados, cruceros? así como buques sofisticados para la
Armada y, por otro lado, se han conseguido importantes mejoras en la
utilización de materiales especiales y en los procesos de corte,
conformado, soldadura, prearmamento en bloques, montaje en grada y a
flote, botadura, pruebas y proceso de entrega de los buques, con calidad
y garantía. En todo caso, excepto en los pesqueros, el peso del valor
añadido con relación al precio total del buque sigue siendo reducido.
El caso de Navantia en Ferrol, orientada a
construcciones para buques de la Armada española y de otros países, es
muy singular por ser público y por la situación derivada de los acuerdos
España-Unión Europea (la UE no autoriza construcción de buques
civiles), pero también adolece del problema de tener que importar la
mayor parte del equipamiento.
La existencia de un tejido empresarial innovador
con capacidad de diseño y fabricación de equipos para la construcción y
reparación naval y la cooperación entre los astilleros sería la base de
una importancia real de una cadena empresarial bien estructurada e
integrada, con alto nivel tecnológico de componentes y procesos, y una
relevante aportación de valor añadido. Haciendo solo la parte final del
proceso es difícil competir con los países emergentes, con costes mucho
más bajos de la mano de obra y una legislación laboral, mercantil y
fiscal muy distinta a la española.
El futuro está en un sistema empresarial
diversificado e innovador, cada vez más internacionalizado, capaz de
generar empleo estable y riqueza para la sociedad, y mucho menos
necesitado de ayudas públicas. Las primas, subvenciones o sistemas
equivalentes resultan, en bastantes ocasiones, discriminatorias entre
empresas y entre trabajadores, y generadoras de sistemas enfermos en
eterna y costosa reconversión que, en muchos casos, favorecen más a
empresarios malos gestores que a verdaderos empresarios creadores de
empleo y riqueza en una economía sostenible.
Jorge González Gurriarán es Catedrático de Organización de Empresas de la Universidade de Vigo y ex director general de Vulcano.
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