jueves, 13 de marzo de 2014

El veto


foto de Beatriz García Couce
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Quedan poco más de nueve meses para que caiga el veto que impide a Navantia Fene fabricar buques civiles. Los ocupantes de los tres últimos Gobiernos -el Ejecutivo de Aznar, el de Rodríguez Zapatero y ahora el de Rajoy- se comprometieron en determinado momento a tirar abajo esa muralla que cercenaba las posibilidades de un astillero que llegó a alcanzar fama mundial por sus espectaculares buques. 

El primero tras el desastre del Prestige y el segundo y el tercero, apelando a la profunda crisis económica del país. Todos ellos, siempre bajo la presión de una comarca que de forma más intensa y a veces más relajada, nunca ha dejado de poner la demanda encima de la mesa. Ninguno ha cumplido esa promesa.

Ahora, con la carga militar agotada, ni siquiera el pequeño balón de oxígeno que tendrá Navantia en la ría a través del flotel de Pemex, servirá para sacar a la antigua Astano de la parálisis en la que lleva instalada desde el verano. La empresa ha decidido no molestar a Bruselas -o lo que es lo mismo, renunciar a gestionar un adelanto del fin del veto- lo que supone prolongar la agonía de su ya exigua plantilla al menos hasta finales de año.

La espera, aunque dramática para quienes la padecen, sería soportable si al menos se avistasen los primeros pasos para preparar el astillero para el futuro que vendrá, esperemos, esta vez sí, sin cadenas. Con una especialización, unas perspectivas de mercado y una apuesta tecnológica firme. ¿Existe? Yo no lo veo por ningún lado.

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