Bien,
ya ocurrió lo que muchos nos temíamos que podía suceder. El Ministerio
de Industria del gobierno del Estado dijo que Navantia no necesitaba un
dique flotante. ¿Y es esto así? Bueno, si pensamos en Navantia de una
forma global y queremos ser objetivos, tenemos, más que nos duela, que
intentar comprender la respuesta dada por el Ministerio, pues la
compañía y en la Bahía de Cádiz, ya cuenta con un dique seco de 500 x
100 en Puerto Real y otro, seco también, de 286 x 66 en las
instalaciones de Reparaciones Cádiz.
Pero
es que la cuestión no son las necesidades de Navantia, sino las de la
Ría de Ferrol. Quienes necesitamos el dique flotante – como ya dije en
otra ocasión en un artículo publicado por este mismo periódico – somos
nosotros, los de Ferrolterra. Y por eso, aquí no podemos dar por buenas y
por lo tanto no podemos aceptar, las explicaciones dadas por Industria.
Ahora es momento de exigir y con toda la fuerza de la que seamos
capaces, que se cumpla todo aquello que nos prometieron hace tan solo
unos pocos meses. En campaña electoral.
Ahora
ya no es momento de demostrar, como indicó el presidente del comité de
empresa de Ferrol, Fernando Sinde, la viabilidad del dique flotante. El
problema no radica en la viabilidad de la infraestructura que se
solicita y por lo tanto, la cuestión no está en demostrar lo acertada y
conveniente que seria su construcción.
Eso
ya lo saben todos y cada uno de los técnicos de Navantia, de la Sepi y
del Gobierno de España. La cuestión es que en los grandes partidos haya
auténtica voluntad política para encontrar soluciones. No se puede
comprender que a estas alturas se pongan encima de la mesa proposiciones
de pactos de no agresión utilizando el naval en nuestra comarca como
hizo la secretaria general de los socialistas ferrolanos, Beatriz
Sestayo. ¿A qué se estuvo jugando hasta ahora?
Ese
es el gran problema que tenemos en Ferrolterra. Lo tenemos con el
naval, con el tren a Caneliñas, con el saneamiento de la ría…etc. En
lugar de hacer piña por aquello que nos interesa a todos, nos
destrozamos defendiendo cada uno lo suyo. Y así nos va.
Ahora
es, más que nunca, momento para la unidad. Una unidad que puede y debe
de llegar a través de la generosidad en la negociación por parte de
todos los estamentos de la sociedad. Es necesario abandonar, al menos en
las circunstancias que vivimos, las posturas intransigentes y los
idealismos férreos que no conducen a ninguna parte. La batalla hay que
darla en el campo político, y para eso, la unidad de todos los
ferrolterranos es fundamental. Si no somos capaces de superar este reto,
realmente tampoco nos podremos quejar de estar continuamente en el
punto de partida de todos los problemas.
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